Redacción Bitácoras Políticas | Xalapa, Ver. | 24 Oct 2025
A 86 años de su fallecimiento, la figura de San Rafael Guízar y Valencia, conocido como el “Obispo de los Pobres”, continúa inspirando a creyentes y comunidades católicas en México y América Latina. Su vida, marcada por la adversidad, la persecución religiosa y la pobreza, sigue siendo ejemplo de entrega y fortaleza espiritual, afirmó el presbítero Gerardo Sánchez Amador durante una reflexión publicada con motivo del aniversario luctuoso del santo veracruzano.
El sacerdote recordó que, desde antes de ser obispo, Guízar y Valencia enfrentó múltiples pruebas: envidia, calumnias, desastres naturales, carencias económicas y enfermedades. Pese a ello, mantuvo una fe inquebrantable y un compromiso firme con los sectores más necesitados. “La comodidad adormece y la adversidad despierta”, expresó Sánchez Amador, al subrayar que las dificultades fueron el terreno fértil donde floreció la santidad del prelado.
Canonizado por el papa Benedicto XVI en 2006, San Rafael Guízar y Valencia (1878–1938) fue reconocido por su labor pastoral durante los años más duros de la persecución religiosa en México. Desde su ministerio en Veracruz, impulsó la formación de sacerdotes y la atención a los enfermos y marginados, incluso en la clandestinidad.
“El ejemplo de San Rafael nos invita a mirar la fe con seriedad, a sacudir la indiferencia y la mediocridad espiritual que a veces invaden nuestras familias”, señaló el presbítero Sánchez Amador, al llamar a los fieles a redescubrir el sentido del compromiso cristiano en tiempos de comodidad y desinterés religioso.
En su reflexión, el sacerdote comparó al santo con las palabras del dramaturgo Bertolt Brecht, quien escribió: “Hay hombres que luchan toda la vida: ésos son los imprescindibles”. En esa categoría, dijo, se encuentra Guízar y Valencia, cuya vida fue una lucha constante por mantener viva la fe, servir a los pobres y testimoniar el amor de Dios en medio de la adversidad.
El legado del “Obispo de los Pobres” permanece vigente en templos, seminarios y comunidades veracruzanas que llevan su nombre, recordando que la verdadera grandeza espiritual nace, no de la ausencia de dificultades, sino de la capacidad de enfrentarlas con fe, esperanza y servicio.
