

Ciudad de México - La desigualdad, la violencia y la falta de políticas efectivas vulneran a millones de niñas y niños; especialistas llaman a la acción colectiva /
Redacción Bitácoras Políticas | Ciudad de México | 30 Abr 2025
En el marco del Día de la Niñez, organizaciones civiles, académicos y organismos internacionales alertaron que en México persisten condiciones de desigualdad estructural que afectan gravemente a las infancias. Según datos de UNICEF y del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), más del 50% de los niños y niñas en el país vive en situación de pobreza, mientras que uno de cada diez es víctima de trabajo infantil.
La alerta se hizo pública este lunes en diversos foros y comunicados, donde se enfatizó que la deuda con la niñez mexicana es profunda y multifactorial: violencia en el hogar y en las calles, deficiencias en salud, rezago educativo, alimentación precaria y falta de acceso a espacios seguros para el juego y la expresión. La omisión institucional y la indiferencia social, coincidieron especialistas, han naturalizado estas condiciones como parte del paisaje cotidiano.
Organizaciones como Save the Children, Redim y Aldeas Infantiles SOS reiteraron que el Estado mexicano debe asumir su responsabilidad mediante políticas integrales con enfoque de derechos humanos, presupuesto suficiente y participación activa de la sociedad. “Proteger a la niñez no es una opción moral, es una obligación legal y ética”, subrayaron.
En las zonas rurales e indígenas, las condiciones son aún más críticas. La carencia de servicios públicos, el racismo estructural y la marginación reproducen círculos de exclusión que impiden a miles de niñas y niños acceder a una vida digna. De acuerdo con el INEGI, al menos 3 millones de menores no asisten a la escuela en el país, una cifra alarmante que se agravó con la pandemia.
Expertos en pedagogía y derechos infantiles hacen un llamado urgente a repensar la infancia como un tema prioritario y transversal. “Sin justicia para la niñez, no hay futuro posible”, concluyen.
Si queremos saber cómo marcha una sociedad, basta con mirar cómo trata a sus niñas y niños. En México, lo que vemos es una realidad desigual, con millones de infantes que crecen en contextos de pobreza, violencia, abandono institucional y discriminación. No es exagerado decir que nuestra deuda con la infancia es histórica, pero también estructural.
Pese a los avances normativos —como la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes—, los cambios en la vida real han sido lentos, insuficientes y fragmentarios. La infancia, ese momento decisivo del desarrollo humano, sigue siendo interrumpida por el hambre, el trabajo forzado, los embarazos adolescentes, el abandono escolar y la violencia doméstica. Lo más grave es que muchas veces la sociedad ni siquiera lo nota.
Proteger la infancia no es solo una tarea del Estado, aunque es quien tiene la responsabilidad principal. También es un compromiso colectivo. En la escuela, en la calle, en los medios y en las redes, debemos dejar de ver a niñas y niños como “futuros adultos” y reconocerlos como sujetos de derechos en el presente. Es decir, con voz, necesidades, emociones y dignidad.
El juego, por ejemplo, no es un lujo: es parte del desarrollo emocional y cognitivo. Escuchar a un niño, creerle, garantizarle atención médica oportuna, respetar su identidad, ofrecerle entornos seguros, son acciones que, aunque parezcan simples, son revolucionarias en una sociedad que aún calla a los menores y los invisibiliza.
Si de verdad aspiramos a un país más justo, empezar por las infancias es una ruta urgente e inaplazable. No como discurso de ocasión, sino como una política de Estado y un compromiso ciudadano. Porque cada infancia rota es una fractura del país que decimos querer construir.