21 de Diciembre de 2025
 
21 de Diciembre de 2025
 
“Que alguien nos cuide, carajo (y que también nos den leyes)”
Angélica Cristiani Mantilla
La Lengua de Tácita Muta

10 Jun 2025

El caso de Micaela Andrea Lator y su pequeño hijo Esteban, en Florencio Varela, Argentina, es una puñalada lenta y certera al corazón de muchas mujeres (y algunos hombres) que han hecho del cuidado su cárcel, su vocación, su cruz y su invisibilidad. No es una historia de locura, como algunos medios han osado titular con su acostumbrada torpeza, sino un espejo que, si somos valientes, deberíamos sostener frente a nuestras propias sociedades. Porque detrás de esa carta que Micaela dejó escrita con el pulso tembloroso de la desesperación —“Solo pedí un abrazo…”— está el grito mudo de millones que cuidan y a quienes nadie cuida.


No fue un crimen. Fue un abandono en cuotas, a plazos, institucional y afectivo. Y como toda deuda social, la pagó la más frágil. Porque cuidar mata… cuando nadie más cuida contigo.


¿Quién cuida al que cuida?


Esta no es una pregunta nueva, pero es una que aún se responde con evasivas y con la peor moneda que tiene la política: el aplauso simbólico. En México, y particularmente en Veracruz, la palabra “cuidados” sigue sonando a esa cosa blanda y femenina que se da por hecho, como el amor de mamá o los tamales los domingos. Y sin embargo, el cuidado sostiene al mundo: si dejáramos de hacerlo, el sistema se colapsaría en 48 horas. Lo que no se colapsa, porque no existe aún, es un Sistema Estatal de Cuidados.


Desde 2020, el Senado de la República tiene estancada una iniciativa que busca incluir constitucionalmente el derecho a cuidar y a ser cuidado. Ahí está, empolvada entre otras iniciativas urgentes que no cotizan en votos. Mientras tanto, aquí en Veracruz, no hay ni ley específica, ni políticas públicas articuladas, ni una sola campaña decente que dignifique esta labor. ¿Saben cuántas mujeres cuidan de un familiar enfermo sin recibir un solo peso a cambio? ¿Cuántas dejaron su empleo, sus estudios, su vida? No lo sabemos. Porque ni siquiera eso se mide. Y lo que no se mide, no existe para el Estado.


El país de las cuidadoras invisibles


Según el INEGI, 7 de cada 10 personas cuidadoras en México son mujeres. Ellas dedican en promedio 28 horas a la semana a tareas de cuidado no remunerado, frente a las 12 de los hombres. ¿La diferencia? Es abismal. Es estructural. Es patriarcal. Y mientras hablamos de “inclusión” en los foros internacionales, millones de mexicanas están encerradas en casas que no son hogar, sino trincheras, gestionando medicinas, pañales, terapias, lágrimas y cansancio.


Una mujer en Veracruz que cuida de su hijo con discapacidad tiene menos oportunidades laborales, menos ingresos, menos salud física y mental, menos horas de sueño y, en muchas ocasiones, menos ganas de vivir. Pero eso sí: más “admiración” pública. Como si eso pagara la renta.


Y cuando colapsa —como colapsó Micaela— entonces llega el juicio fácil: “¿Cómo pudo?”, “Estaba enferma”, “Pobrecito niño”. ¿Y saben qué? Sí, estaba enferma. Pero no de locura. Estaba enferma de soledad.


Veracruz: tierra fértil para sembrar un sistema de cuidados


La creación de un Sistema Estatal de Cuidados en Veracruz no es una idea de izquierda, ni de feministas locas, ni de la ONU en sus ratos ociosos. Es una necesidad estructural si queremos hablar con seriedad de justicia social y desarrollo.


Ese sistema implicaría centros de cuidado infantil, servicios para personas con discapacidad, residencias dignas para adultos mayores, redes comunitarias, subsidios para cuidadoras, permisos laborales decentes y una campaña cultural para repartir responsabilidades. Hombres: a ustedes también les toca, y no sólo el domingo en el parque.


Y claro, una política de salud mental en serio. No basta con decir “busquen ayuda” cuando no hay psicólogos en los centros de salud, cuando las consultas cuestan más que el salario mínimo, cuando la terapia se volvió un privilegio. No basta con hashtags de “cuídate” si el sistema sigue empujando a las personas al abismo.


El abrazo que nunca llegó


Las palabras de Micaela en su carta son de una humanidad brutal. No pedía dinero, no pedía fama, no pedía una medalla al mérito maternal. Pedía un abrazo. Uno. Y ese abrazo no llegó.


¿Qué pasaría si empezáramos por ahí? Si abrazáramos más a nuestras vecinas que cuidan solas, a nuestras tías que nunca se casaron pero criaron tres sobrinos, a las enfermeras agotadas, a los padres solos que no caben en los estereotipos. Si el Estado abrazara con leyes. Si la sociedad abrazara con corresponsabilidad. Si los hombres aprendieran que cuidar también es un verbo masculino.


Porque cuidar no es solo hacer la papilla o cambiar el pañal. Es estar. Escuchar. Abrazar. Decir “estoy contigo”. Y, cuando ya no se puede más, es tener a dónde recurrir. Que cuidar no sea sinónimo de condena.


Final: Porque una vida cuidada vale más que mil discursos


Hoy no quiero hacer con una consigna política, sino con una pregunta incómoda: ¿A quién estás dejando solo mientras tú también corres por tu vida?


Y si tú eres quien está sola, agotada, en silencio, con los brazos dormidos de tanto sostener… esta columna es para ti. Para que sepas que alguien te ve. Que no estás loca. Que no estás sola.


Y que tal vez, solo tal vez, esta sociedad pueda volverse un poco más humana si por fin aprendemos a cuidar… sin olvidar a quien cuida.


El peso invisible de una labor femenina


No es teoría: según la ENASIC 2022 del INEGI, 31.7 millones de personas brindaron cuidados en México, y el 75 % de ellas son mujeres, con un promedio de 37.9 horas semanales frente a 25.6 de los hombres  . Ese “plus” no remunerado ha sido invisibilizado, pero su valor económico alcanzó en 2023 los 8.4 billones de pesos, equivalentes al 26 % del PIB  .


Es decir: cuidar mueve la economía, pero no tiene precio justo.


Estado de la política nacional


Desde noviembre de 2020, la Cámara de Diputados aprobó reformas para incorporar el derecho al cuidado en la Constitución, una apuesta fuerte hacia el Sistema Nacional de Cuidados. Sin embargo, esa minuta no ha sido dictaminada en el Senado —está estancada desde entonces—. Aún más: aunque se reformó la Ley General de Desarrollo Social en marzo de 2024, sigue pendiente una reglamentación efectiva  .


Así, la promesa de un sistema nacional parece desvanecerse en cajones de Palacio.


El pulso legislativo en Veracruz


La iniciativa para crear un Sistema Estatal de Cuidados en Veracruz fue presentada en el Congreso local, y existen visos de voluntad política: se están integrando propuestas que reconozcan derechos de cuidadores/as y receptores/as, aunque aún no se consolida una ley marco única .


Lo urgente ahora es:


Avisar a la ciudadanía – no basta con presentar la iniciativa, se requiere visibilidad.


Marcar tabla de seguimiento – conocer fechas de dictámenes, comisiones y votaciones.


Vincular presupuesto – exigir que 2025-26 incluya fondos específicos para cuidados.


Activar participación – impulsar foros ciudadanos y mesas técnicas regulatorias.


Definir indicadores – diagnosticar la carga de cuidadores/as y medir impacto con encuestas y registros oficiales.


Este seguimiento NO es capricho académico. Es una estrategia para exigir que una propuesta se convierta en política pública que salve vidas, escuche voces y acompañe a quienes, literalmente, sostienen hogares.


¿Por qué debería importarnos?


Económicamente, mejorar la inclusión laboral de las mujeres, al remover la trampa del “cuidar o trabajar”, podría elevar el PIB estatal entre un 6 % y 8 %  .


Socialmente, reduciríamos la carga emocional y mental que lleva a tragedias como la de Florencio Varela.


En igualdad de género, impulsamos la corresponsabilidad: el Estado no puede dejar este debate solo en manos de quienes ya están exhaustas.


Innovación política y cultural


Un verdadero sistema debe incluir:


Infraestructura: centros infantiles, residencias para personas mayores y espacios para personas con discapacidad.


Capacitación y certificación de cuidadores, familiares o profesionales.


Subsidios, apoyos y reconocimiento económico para quienes lidian día a día con esta carga.


Derechos laborales: permiso parental, jornadas flexibles, teletrabajo y horarios adaptados.


Campañas públicas que pongan el cuidado como tarea de todas y todos, no solo de mujeres.


Esto no es ideología: es política de bienestar. Como enseñan experiencias en América Latina, invertir en cuidados es invertir en productividad  .


Preguntas para legisladores y gobierno


¿Por qué la iniciativa sigue sin presupuesto etiquetado?


¿Quién cuida a las cuidadoras cuando colapsan?


¿Se considera a cuidadores hombres o solo a “cuidativas”?


¿Cómo se va a evaluar el impacto real de esta legislación?


Porque cada delay es un nombre, un rostro y un futuro lesionado.


Una ley de cuidados en Veracruz no solo cambiaría un estado: podría salvar vidas, evitar que alguien diga un día “ya no puedo más” y, sí, merecería un abrazo. Podemos construir ese sistema. Pero necesitamos algo más que palabras: queremos un engranaje legislativo con alma.