21 de Diciembre de 2025
 
21 de Diciembre de 2025
 
Con espíritu indómito
Ruan Ángel Badillo Lagos
Saberes y Sabores

14 Sep 2025

Hoy en día, el ser humano necesita comprender su naturaleza como una unidad de cuerpo y alma espiritual. El cuerpo constituye la parte física y permite existir en el mundo. El alma, creada y dada por Dios, no proviene de los padres y se considera inmortal. Desde el inicio, el destino del humano es sobrenatural, esto le permite a su alma elevarse hasta la comunión con Dios.


La unión entre cuerpo y alma es tan profunda que esta última es dotada de razón para regir el cuerpo. Invisible por ser espiritual, capta las realidades intangibles. Sin embargo, percibe a través del cuerpo y en él se reconoce, progresa, falla, ignora, recuerda y olvida. A menudo se dispersa en pensamientos difusos, aunque recorre con los sentidos los límites del mundo. Lo más impresionante es su adhesión a Dios. En síntesis, el ser humano consta de dos dimensiones, cuerpo y alma espiritual.


El género humano comparte una misma raíz en Dios, compuesta por un cuerpo material y un alma espiritual. Así, se trata de un ser a la vez corporal y espiritual.


Cuando las experiencias pasadas causan dolor surge el temor a sufrir de nuevo. Una mente desordenada conduce al desanimo. Por ello, el alma debe estar formada y orientada. Resulta necesario aprovechar las virtudes humanas, es decir, la prudencia, la templanza, la justicia y la fortaleza.


Por otra parte, la luz de la razón y del entendimiento, con la cual se reflexiona, proviene de la mente creada por Dios. No obstante, la voluntad suele mostrarse terca y difícil de someter. Para vivir de manera recta y acorde con la realidad, surgen preguntas como ¿de dónde proviene esa rebeldía?, ¿acaso de experiencias pasadas de dolor y sufrimiento, las cuales marcaron el alma y dejaron heridas profundas hasta el punto de no permitir su dominio por nadie?


Cuando esa alma espiritual interior se orienta hacia el bien y al amor en plenitud, la experiencia sería contraria. En palabras simples, se convierte en fuente de armonía.


Ciertamente, todos poseen una fuerza interior que da valor y determinación para seguir adelante y alcanzar metas, incluso frente a los obstáculos. Esa fuerza impulsa a mantener los propios principios, con un alma espiritual salvaje pero no ignorante, bravía pero prudente, indócil para rechazar el mal y fiera al enfrentar las adversidades de la vida. De esta manera se conquista la libertad, libre de influencias externas negativas.


Rebelde, sí, para lograr la justicia. El deseo de ser comprendido no surge por falta de convicción, sino por certeza de lo que es y claridad en el camino seguido. En ocasiones reconforta cuando alguien entiende la locura del amor a Cristo. El deseo de continuar permanece, a pesar del miedo, incluso de sí mismo. El ser humano está formado de cuerpo y alma y tiene como propósito ser feliz.